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Luisa tiene dieciséis
o, tal
vez, veinte
años.
Quiere ser libre,
progre, anti
convencional. Más por
postura que
por convicción, Está
en contra
del establiment,
de lo
tácitamente convenido,
odia la
integración en
cualquier etiqueta. Desea
ser hippy,
vivir como
una hippy. Pero
quizás eso
no sea
suficiente.
Thomas tiene cuarenta
y dos
o, tal
vez, cuarenta
y ocho
años. Ya no
quiere ser
nada. Está de
vuelta, resignado,
integrado en
todos los
convencionalismos. No está
en contra
de
nada. Vive sólo
y espera. Pero
quizá eso
no sea
suficiente.
Un día, Luisa
entra por accidente
en casa
de Thomas,
en la
vida de Thomas. Y se
produce el
choque inevitable
entre dos
posturas, dos
generaciones y
dos mundos
totalmente opuestos.
Probablemente en ese
enfrentamiento este
el mayor
atractivo de
«Quédate A Desayunar». Pero no,
no hay
final. Del choque dialéctico,
ideológico o
simplemente vital,
no surgen
consecuencias. Sólo un
cambio de
estructuras. ¿Quién tiene
razón? ¿Ninguno de
los dos? La
sugerencia es,
en el
fondo, una situación
transitoria que
puede o
no
durar, que
puede dar
lugar a
otra comedia,
a otra
historia.
En ésta, Ray Cooney y Gene
Stone nos cuentan
dos trozos
de su
vida. Vamos conociendo,
casi siempre
con la
sonrisa en los
labios, esos
dos mundos
y el choque.
Con teatralidad, huyendo
de la
trascendencia, se tocan
una serie
de
temas, se
hacen una
serie de
preguntas que
nos han
preocupado, nos
preocupan o
nos preocuparán
a casi
todos. Tal vez por
eso los
dos
tipos, ella
y él,
aunque estén localizados
en Londres, sean
un tanto
universales, reconocibles
en cualquier
sociedad, en
cualquier lugar
del mundo.
Cooney es un
típico hombre
de teatro
inglés. Actor, autor,
director, productor. Stone
es norteamericano, Y
tiene una
larga experiencia
como guionista
de cine
y televisión. Es
la primera
vez que
escriben juntos. Y
aquí no
podemos recurrir
al típico
de que
«Quédate A Desayunar» es un éxito mundial, porque en
Madrid se estrena antes que en Londres.
Y se estrena porque Marisol quiso
ser Luisa, darle su personalidad, o acaso fundirse con su
personalidad. Marisol es la gran estrella joven de nuestro cine.
Y en cuanto conoció la comedia, en cuanto vio a Luisa, no le dio
miedo dejar el cine por unos meses y asomarse a un escenario en
vivo. Sabía de dificultades pero era un paso que tarde o temprano
tenía que dar en su brillante carrera.
Y aquí está por primera vez. No
queremos usar tópicos, ni adjetivos. Sólo por el entusiasmo, la
entrega y las facilidades que nos ofreció a todos en esta bonita
aventura, se merece el éxito que todos deseamos.
También Marisol quiso que José María
Rodero fuese Thomas. Hace ya cuatro años que el gran actor no
estrena en Madrid, y fue precisamente con una adaptación
realizada por nosotros. Por lo tanto, el acontecimiento es
doble. Rodero es Rodero. ¿Hace falta añadir que es la pareja
perfecta para la comedia, que sin los dos no habría espectáculo?
Eduardo Bea completa el reparto. Y
la muy especial colaboración de voces tan famosas como la de
Milagros Leal, Mónica Randal, Francisco Valladares y Luis
Morris. Camilo Sesto también puso su grano de arena con una
música muy bonita. Gracias a todos.
Pensamos que apenas hay hippies en
España que hablen castellano, puesto que el inglés es su idioma
universal. Por eso nos tropezamos con ciertas dificultades a la
hora de hacer la versión española. Hemos recurrido a varias
fuentes para dar sentido a un idioma que prácticamente no existe
y que es de difícil localización. Esperamos que no les choque
demasiado.
Poner en pie
«Quédate A Desayunar» fue una inolvidable
experiencia. Trabajamos unidos y en un equipo desde el primer
momento. merecía la pena unir a Marisol y Rodero en un escenario por
primera vez. Deseamos que no sea la última.
Ignacio Artime Y Jaime Azpilicueta
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